lunes, 6 de julio de 2009

En la cima apenas se divisa el edículo de la ascensión. En cambio, los muros del convento de carmelitas conserban vivo el recuerdo del Padrenuestro. La capillita moderna, que surge como un ensueño a media falda del monte, da fe de que Jesús lloró sobre Jerusalén ("Domunis Flevit"). Las hermosas cúpulas rusas de la iglesia de Santa Magdalena, muy cercana del Cedrón, marcan los confines de Getsemaní. Éste resulta inconfundible, gracias al hermoso mosaico dorado, esculpido en la fachada de la basílica de la agonía. A su lado, continúan enhiestos y silenciosos aquellos olivos milenarios que aún hoy rezuman un mensaje de tristeza envuelto en un halo de esperanza.

Quizá pocos parajes conserven tantos recuerdos evangélicos como ese monte. El tiempo ha sido incapaz de arrebatarle su carga emotiva, ambiental, e incluso teológica. El monte de los Olivos sigue hablando de triunfo y agonía, de oración y retiro, de sollozo y júbilo sin par. El triunfo queda plasmado en el mosaico de Getsemaní; la agonía en el huerto; la oración en la gruta del "Pater"; el retiro en todo el contorno; el sollozo en el "Dominus Flevit"; y el júbilo en el hosanna de Ramos. Ir a Jerusalén sin robar al monte su secreto es renunciar a la vivencia más auténtica de cuantas se pueden conseguir.
En el monte de los Olivos visitamos el Edículo de la Ascensión donde se recuerda la ascensión de Jesús a los cielos. A pocos metros del Edículo de la Ascensión y en el camino que conduce a Betfagé, está la llamada iglesia del "Pater", custodiada por religiosas carmelitas de clausura. en su claustro e iglesia se puede leer el "Padrenuestro" en más de cuarenta idiomas. Por una pequeña escalera se desciende a una gruta, en la que la tradición supone que Jesús enseñó a sus discípulos la oración dominical.
Bajando del monte de los Olivos a Getsemaní por un sendero estrecho que comienza detrás del convento de religiosas benedictinas, se llega a una iglesia, denominada "Dominus Flevit". Erigida a media falda del monte sobre restos de otro santuario antiguo (sigloVII), recuerda el llanto de Jesús cuando el domingo de Ramos descendía jubiloso hacia Jerusalén. Desde el interior de la capilla se goza de una primorosa vista de la ciudad antigua, puesto que esta queda convertida en el retablo natural de un sencillo altar, situado bajo una hermosa cúpula donde se lee: "He querido reunir a tus hijos como una gallina a sus polluelos bajo sus alas y no quisiste" ( Mt 23, 37).
En la falda del monte de los Olivos, dentro ya del valle del Cedrón se conserva un pequeño huerto de olivos, que se suponen retoños de aquellos a cuyo cobijo oró Jesús. Los evangelios recuerdan como Jesús buscaba con frecuencia la soledad y el silencio de ese huerto, que acaso fuera propiedad de alguno de sus discípulos. Fue escenario de su agonía antes de la pasión.
Lindante con el huerto está la llamada "basílica de la agonía", construcción reciente edificada sobre llos restos de un antiguo santuario. El interior de la basílica es impresionante. Domina un tinte violáceo que invita al recogimiento y a la oración, resaltando la angustia de un Jesús profundamente agobiado. Por otra parte, su hermoso mosaico de la fachada simboliza el poder y la fuerza de Jesús cuya agonía suele asociarse con la piedra que-dentro de la iglesia-casi forma parte del presbiterio. Hermoso escenario donde creyentes y peregrinos quedan invitados a compartir el sufrimiento de Jesús, reflejado en la corona y cálizes de metal que rodean materialmente la piedra santa. Quizá uno de los motivos más expresivos sean las dos palomas de plata, en actitud abatida que pretenden significar la congoja de Jesús y de María.

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